lunes, 4 de febrero de 2008

Por qué nos gusta tanto besar



Hay besos que despiertan princesas mientras que otros traicionan príncipes, decretándoles su muerte. Los besos nos apasionan, nos intimidan, nos hacen felices, despiertan nuestra pasión, deseo sexual, afecto y sentimientos de cercanía.

Y no es para menos, los humanos hemos evolucionado unos labios muy sensibles. De hecho, la piel que los forma es la más delgada capa en todo el cuerpo y está dotada con un caudal de neuronas sensoriales. Ciertamente, es el lugar más poblado con estos nervios.
En la búsqueda de respuestas a estas preguntas características, varios científicos han descubierto una trayectoria para la evolución de los besos que no comienza en los humanos. Tomemos por ejemplo a los bonobos, una especie de primates bastante cercana a nosotros aunque no descendemos directamente de ellos, como nos pasa con los chimpancés.

El primatólogo de la Universidad de Emory, Frans B. M. de Waal, trabajó por mucho tiempo con estos animales y en una ocasión recuerda un divertido evento en uno de los zoológicos. Un trabajador decidió aceptar lo que parecía un amistoso besito de un bonobo cuando rápidamente se dio cuenta que la lengua del animal ya estaba dentro de su boca. Podemos entonces decir que los besos franceses no surgieron en París.
“Muchos pensamos que las feromonas han tenido que ver con la evolución del beso en animales.

A lo mejor el asunto comenzó como una conducta materna. Vemos todavía que los chimpancés mastican la comida y luego se la pasan a sus bebés de boca a boca. Esto pudo provocar el inicio de un camino hacia los besos”, explicó para El Caribe la neuróloga de la Universidad de Pittsburgh, Amy Armentrout.
Sin embargo, el salto del beso del animal hacia los humanos no es tan claro. Por un lado, nuestras narices no poseen el aparato que detecta las feromonas. Han descubierto rastros de que alguna vez estuvo ahí pero que ahora permanece inactivo.

Pero es posible que todavía logre recoger las fragancias de estas hormonas y que haya tenido que ver, en la antigüedad, con nuestro gusto por besar.“El beso involucra información, tanto externa como interna”, asegura el psicólogo evolutivo, Gordon G. Gallup, de la Universidad de Albania.

“En un beso intercambiamos datos olfativos, táctiles y tipos de posturas corporales que recolectan datos que liberan mecanismos en el subconsciente que nos dicen si esa es la mejor pareja para nosotros. Pensamos que besar evolucionó, entre otras cosas, para que conozcamos mejor con quien deseamos criar la descendencia”.
El poder del buen beso

Un buen beso nos sube el pulso y la presión sanguínea. Las pupilas se dilatan, la respiración se hace más profunda y el pensamiento racional adquiere un bajo perfil.

De hecho, el deseo suprime tanto la prudencia como los complejos que podríamos tener ya que los participantes se encuentran en un trance del que no quieren salir, pues, por ese maravilloso momento, no les importa nada en el mundo. El beso también puede ser muy poderoso.
Una reciente encuesta de Gallup encontró que el 59% en un grupo de 58 hombres y el 66% de 122 mujeres, admitieron haber estados atraídos físicamente por alguien hasta que lo besaron. “Un mal beso puede terminar con una relación joven.

El primer beso es muy importante en una relación y por ello pensamos que evolucionó de allí. De la necesidad de obtener información importante y detallada de nuestras parejas”, explicó Hill. Así que, para este San Valentín, regale un buen beso, su biología se lo agradecerá.

Euforia al tocar los labios

Junto a la densa jungla de neuronas sensoriales en los labios, la lengua y la boca también envían dulce información a las neuronas que nos lleva, si la pareja es correcta, a la euforia.

“De los doce a trece nervios craneales que afectan la función cerebral, cinco están activos cuando nos besamos, enviando mensajes desde nuestros labios, lengua, mejillas y nariz hacia el cerebro que procesa la temperatura, el sabor, el olor y los movimientos de todo el evento”, explicó Wendy L. Hill, del Colegio Universitario de Lafayette quien comparó las hormonas en hombres y mujeres, antes y después de un beso, para descubrir que la oxitocina, la hormona de la unión social, aumentaba luego de un beso. Los besos también reducen el estrés.

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