El 5 de diciembre de 1945, desaparecieron al mismo tiempo en las Bermudas, en el océano Atlántico, cinco bombarderos norteamericanos, el llamado «Vuelo 19». Un hidroavión salió a su rescate, el Martin Mariner, pero jamás regresó. Estra tragedia fue el origen de uno de los pretendidos misterios más populares en todo el mundo, el del triángulo de las Bermudas. La historia todavía pervive 64 años después alimentada por convencidos, crédulos, sensacionalistas, aficionados a lo oculto y por quienes quieren sacar provecho económico del asunto. Aunque un buen número de investigadores escépticos lleva décadas repitiendo que el triángulo que engulle barcos y aviones es sólo una leyenda, que en la zona no se producen más accidentes que en otras del océano, el enigma tiene tal embrujo que no hay forma de apagarlo.
El misterio comenzó en una tarde que, a fuerza de repetirlo, se recuerda como clara y tranquila, pero que en realidad no debió de serlo tanto. Cinco aviones de las fuerzas aéreas norteamericanas habían salido sobre las 14.10 horas de la base de Fort Lauderdale, en Florida, para realizar un vuelo de prueba cerca de las islas Bahamas. Las aeronaves, en las que viajaban catorce cadetes, participaban en un entrenamiento para adiestrar a los pilotos en orientación sin otro instrumental que una sencilla brújula. Incluso se cree que ni siquiera llevaban reloj. Debían volar unos 500 kilómetros en varias direcciones entre ida y vuelta, pero, hora y media después del despegue, el teniente Charles Taylor advertía por radio de que se habían perdido y la brújula no funcionaba. No tenían ni idea de dónde se encontraban. Las comunicaciones, llenas de interferencias y ruidos, acabaron por cortarse. Los aviones cayeron al mar sobre las 19.00 en algún lugar entre el este de los Estados Unidos y el norte de las Bahamas, según revela el informe oficial, porque se les acabó el combustible. Ninguno intentó tomar otra ruta porque estaban obligados a volar en formación. Era su deber.
Extraterrestres y antiguas civilizacionesNo había pasado media hora cuando un hidroavión Martin Marimer partió en misión de rescate con otros trece tripulantes a bordo y una horrible suerte. Poco después de salir de la base de Banana River, se incendió en el aire, cayó al agua y explotó. La tripulación del barco SS Gained Mills fue testigo del accidente. Lo cierto es que el avión era considerado un «tanque de gasolina volante», muy peligroso.
A partir de esta cadena de desgracias se montó el «show» del triángulo de las Bermudas, al que se le han añadido cientos de casos más -muchos de ellos totalmente inventados- y dado las explicaciones más disparatadas: desde secuestros de extraterrestres, restos de la Atlántida, puertas secretas en el tiempo y el espacio, fuentes energéticas de una civilización anterior y magnetismos... hasta una falsa y enigmática pirámide bajo el mar. Todas estas increíbles teorías han permitido publicar un sin fin de libros sobre el tema, a cada cual más disparatado. Quien más éxito tuvo en el negocio fue Charles Berlitz, autor del libro el Triángulo de las Bermudas (1974).
Sin embargo, son muchos los que niegan la mayor y dicen que la historia del triángulo es un montaje. Ni siquiera buscan explicaciones científicas, que las ha habido, como unas supuestas interferencias gravitacionales propuestas por científicos rusos, porque no hay nada que explicar. La zona es una de las que más tráfico aéreo y marítimo registran, pero la frecuencia de accidentes no es más alta que en otras partes del océano, según los archivos de los guardacostas de EE.UU. La aseguradora Lloyd de Londres no lo considera más peligrosa ni cobra tarifas más altas por pasar por allí. Y ellos sí que no dejan escapar una.
El misterio comenzó en una tarde que, a fuerza de repetirlo, se recuerda como clara y tranquila, pero que en realidad no debió de serlo tanto. Cinco aviones de las fuerzas aéreas norteamericanas habían salido sobre las 14.10 horas de la base de Fort Lauderdale, en Florida, para realizar un vuelo de prueba cerca de las islas Bahamas. Las aeronaves, en las que viajaban catorce cadetes, participaban en un entrenamiento para adiestrar a los pilotos en orientación sin otro instrumental que una sencilla brújula. Incluso se cree que ni siquiera llevaban reloj. Debían volar unos 500 kilómetros en varias direcciones entre ida y vuelta, pero, hora y media después del despegue, el teniente Charles Taylor advertía por radio de que se habían perdido y la brújula no funcionaba. No tenían ni idea de dónde se encontraban. Las comunicaciones, llenas de interferencias y ruidos, acabaron por cortarse. Los aviones cayeron al mar sobre las 19.00 en algún lugar entre el este de los Estados Unidos y el norte de las Bahamas, según revela el informe oficial, porque se les acabó el combustible. Ninguno intentó tomar otra ruta porque estaban obligados a volar en formación. Era su deber.
Extraterrestres y antiguas civilizacionesNo había pasado media hora cuando un hidroavión Martin Marimer partió en misión de rescate con otros trece tripulantes a bordo y una horrible suerte. Poco después de salir de la base de Banana River, se incendió en el aire, cayó al agua y explotó. La tripulación del barco SS Gained Mills fue testigo del accidente. Lo cierto es que el avión era considerado un «tanque de gasolina volante», muy peligroso.
A partir de esta cadena de desgracias se montó el «show» del triángulo de las Bermudas, al que se le han añadido cientos de casos más -muchos de ellos totalmente inventados- y dado las explicaciones más disparatadas: desde secuestros de extraterrestres, restos de la Atlántida, puertas secretas en el tiempo y el espacio, fuentes energéticas de una civilización anterior y magnetismos... hasta una falsa y enigmática pirámide bajo el mar. Todas estas increíbles teorías han permitido publicar un sin fin de libros sobre el tema, a cada cual más disparatado. Quien más éxito tuvo en el negocio fue Charles Berlitz, autor del libro el Triángulo de las Bermudas (1974).
Sin embargo, son muchos los que niegan la mayor y dicen que la historia del triángulo es un montaje. Ni siquiera buscan explicaciones científicas, que las ha habido, como unas supuestas interferencias gravitacionales propuestas por científicos rusos, porque no hay nada que explicar. La zona es una de las que más tráfico aéreo y marítimo registran, pero la frecuencia de accidentes no es más alta que en otras partes del océano, según los archivos de los guardacostas de EE.UU. La aseguradora Lloyd de Londres no lo considera más peligrosa ni cobra tarifas más altas por pasar por allí. Y ellos sí que no dejan escapar una.
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